Jogger

El orgullo de Mauro Machado no pudo soportar que su mujer le insinuara que la cintura de galán que luciera años atrás, ya no era la misma. Decidió entonces que lo mejor sería correr y se inscribió en el gran maratón anual.

En la línea de salida, salió como un balazo y a codazo limpio se ubicó enseguida en la primera línea.

A los cincuenta metros, no lo podía creer, iba solo en cabeza. Con inmensa satisfacción sintió que era una gacela. A los cien metros, sus primeros seguidores comenzaron a pasarlo al trote. A los quinientos metros, volvió a estar solo… mientras veía como los otros participantes se alejaban delante de él.

Nunca supo si fue por su precipitación del comienzo o porque a los setecientos metros ya había vaciado las dos botellas de agua que llevaba encima, pero sintió una leve punzada en el costado izquierdo.

A los ochocientos metros, todo lo que ocurría lo veía como si fuese en cámara lenta, le parecía estar soñando, no sentía más sus piernas  ni sus brazos. Creyó estar flotando, le pareció mirarse a sí mismo desde lo alto y vio su vida desfilar delante de sus ojos.

Una voz suave  lo despertó del sopor en el que se hallaba, se dio cuenta de que estaba tirado boca arriba, quiso incorporarse, pero una mano lo detuvo.

– ¡Pero hombre, quédese quieto! deje de hacerse el jovencito que usted ya no está para estos trotes. Ahora me hace reposo absoluto y se deja de tonterías, dijo el médico deportivo mientras trataba de colocarle la máscara de oxígeno.

FO 85513 – 41 cm (H)