La Muela Rebelde
Paquita Gutiérrez le tenía terror al dentista. Hacía días que una muela estaba torturándola. Primero pensó que sería algo pasajero, luego probó con todos los analgésicos que encontró en el botiquín. Al tercer día fue a hablar con doña Carmen, la vecina que curaba con la palabra. Al quinto día no resistió más y pidió cita con el eminente dentista Dr. Salomón Mimran, cuya fama de excelente profesional se había extendido por todo París. Paquita, con la cara deformada por la enorme hinchazón, se sentó en el sillón del consultorio como si se tratara de una silla eléctrica.
“¿Octor, e a oler?”, preguntó Paquita con la voz deformada por la inflamación.
“No señora, no le va a doler”, mintió el doctor, está en buenas manos. “A ver… abra la boca y veamos ese molar estropeado”
“Ero… si la engo ahierta”, dijo la señora de Gutiérrez.
A la cuarta inyección, la anestesia comenzó a hacerle efecto. Sintió que su lengua era un trapo. Quiso decir algo pero sólo le salieron sonidos guturales. El Dr. Mimran pensó que iba a ser fácil, pero cuando se le rompió la segunda pinza de extracción empezó a dudar.
“Relájese, que todo va bien”, volvió a mentir el dentista, mientras colocaba un pie sobre el hombro izquierdo de la paciente para hacer más fuerza. Paquita Gutiérrez se arrepintió de no haber hecho su testamento a tiempo. Después de cuarenta minutos de lucha y tras un esfuerzo sobrehumano, el doctor logró extraer la muela rebelde. Con orgullo, la miró fijamente y… empezó a sentir que un sudor frío le corría por la nuca.
“A ver, abra la boca…”, dijo tembloroso el dentista, viendo que la muela que tenía en la pinza era un premolar completamente sano.
FO 85515 – 17 x 18 x 40 cm (LWH)