Transporte Colectivo

A la derecha de la carretera las olas golpeaban suavemente los acantilados.

Hacía 38ºC grados a la sombra. Con terrible esfuerzo, el viejo autobús subía la pendiente.

– ¡Vayan hacia atrás que el coche esta vacío!, gritaba irritado el conductor.

– ¡No empujen!, vociferaba un señor todo transpirado.

– ¡La puerta, por favor, la puerta!, decía una viejecita tratando de abrirse paso entre los  pasajeros.

– ¡Mi niño, me estáis aplastando al niño!, chillaba desaforada una madre.

La atmósfera dentro del autobús era sofocante.

– ¡Chófer, más rápido, que nos estamos achicharrando!, increpaba un muchacho apurado por bajarse.

– ¡Hacia atrás, por favor, hacia atrás, que hay sitio!, insistía el conductor apretando los dientes mientras se le hinchaban las venas del cuello y los ojos comenzaban a salírsele de las órbitas.

Al fondo, una señora toda despeinada buscaba desesperadamente un zapato que acababa de perder.

A la derecha de la carretera, las olas seguían golpeando plácidamente los acantilados.

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